Fecha: 19 de Mayo de 2021
Han pasado ya unos días desde la última Junta de Accionistas de Telefónica, celebrada de forma telemática. Aprovechando la virtualidad del evento, la dirección de la empresa impuso el silencio para toda aquella persona o colectivo que quisiera intervenir con sus preguntas u opiniones sobre la gestión de la empresa. Las nuevas tecnologías, en manos de la patronal, siguen siendo sinónimo de recorte en todo tipo de derechos.
Desde AST hemos intervenido en las Juntas de Accionistas desde hace muchos años para denunciar públicamente y ante este colectivo de las tropelías que la dirección de Telefónica comete a diario contra los intereses de los trabajadores/as. En sus confesados planes de desguace de la empresa tratan de ocultar su política destructiva tanto de activos de la empresa como de derechos laborales. La plantilla de la empresa somos la única que puede verter luz para hacer ver que la aparente y disparatada política empresarial obedece al maquiavélico plan de trocear y sacar al mercado un negocio con el que jamás se han sentido identificados. El Consejo de Administración heredó una empresa pública que devino a una empresa privada gracias a decisiones políticas y en estos momentos opera como un vulgar testaferro de los cuatro grupos empresariales que dominan el accionariado.
El papel de marioneta es interpretado a la perfección por el presidente del Consejo de Administración cuyo discurso, año tras año, es menos creíble. Este año tocaba vender como éxitos las ventas de activos que suponen, en cualquier economía, fracasos contables a corto, medio y largo plazo. Estamos hablando de ventas ya realizadas como son las de las antenas de telefonía móvil en todo el mundo, parte de los Centros de Procesamiento de Datos, la Red de Fibra Óptica de Chile, los inmuebles que está vendiendo por toda la geografía del país, la venta de Antares, o de la inminente venta de su red de cable submarino o de su filial de logística Zeleris. Y hablamos también de los Proyectos que está llevando a cabo como son la creación y posterior traslado de recursos de las filiales Telefónica-Tech y Telefónica-Infra, con vistas a su posible futura venta, segregación de actividad como es la Televisión Digital… Álvarez-Pallete se ha especializado en anunciar fracasos con una sonrisa.
En un año en el que el sector de las telecomunicaciones ha experimentado un auge sin precedentes tan solo pudo anunciar la reducción de la deuda, sin concretar cómo. Tal vez le carcomía la vergüenza de reconocer que era en base a vender la gallina de los huevos de oro y que no habían sabido aprovechar el aumento del consumo de los servicios de telefonía provocado por la pandemia. Desde AST no esperamos ningún reconocimiento al trabajo diario de la plantilla como principal artífice del aumento de beneficios, ni el hecho de que hayamos tenido que poner nuestros recursos personales y familiares a disposición de la empresa, ni que le hayamos dedicado tiempo personal a actividades laborales porque, nos decían, lo extraordinario de la situación así lo requería… no, ni esperamos ni queremos el reconocimiento de quien día a día atenta contra nuestros derechos laborales y personales. Todavía peor, de quien dilapida la empresa en la que trabajamos y pone en juego nuestro futuro y el de nuestras familias.
A ellos les va bastante mejor, y por si alguien dudaba de su desvergüenza, aprovecharon el silencio impuesto por las nuevas tecnologías para aprobar un Plan de Incentivos para Directivos en concepto de retribución variable para 809 del Grupo Telefónica destinando a ese Plan 200 millones de euros. Mientras tanto, nuestros sueldos congelados y los de los compañeros y compañeras de las contratas bordeando la pobreza; o también el caso de 844 familias de trabajadores/as de Telefónica de Perú en la cola del paro como daño colateral en el saneamiento de la empresa en el país antes de su salida al mercado. Esa es la verdadera cara de Telefónica que se esconde tras la sempiterna sonrisa de Álvarez-Pallete que a modo de un “gran hermano” nos vigila desde los paneles gigantes en Distrito T.
Pero no hay nadie, a excepción de AST, que le contraríe, ni en la Junta de Accionistas ni en la plantilla. Así, tuvimos que realizar un acto de fe en la misma Junta de Accionistas cuando se anunció que el 84% había aprobado su gestión y sus propuestas. Tuvimos que aceptar que las intervenciones de quienes habían solicitado su participación, entre ellos nuestro sindicato, no iban a ser expuestas. Y tuvimos que soportar la decisión aprobada para que, de ahora en adelante, la Junta de Accionistas pueda realizarse de modo telemático, sin presencia de voces molestas, de consignas reivindicativas, de colores diferentes al verde corporativo y el traje gris, de la presencia de trabajadores y trabajadoras que en los últimos años habían roto con el tono monocorde de quien se escuda en los tecnicismos para no decir nada.
También celebrarán, sin duda, este recorte de nuestros derechos los sindicatos que se sienten identificados con la política de la empresa para continuar destruyéndola poco a poco. Porque si nada hacen para evitarlo es porque están a favor y porque no pueden tolerar que un sindicato nacido de entre los trabajadores y trabajadoras ocupe el lugar destinado para ellos. El sindicalismo de salón, de moqueta, del diálogo social marida mucho mejor con los grandes accionistas que con la calle, la reivindicación y la lucha.
No cejaremos en AST en defender nuestros derechos laborales en ésta y en cuantas empresas tengamos ocasión también en estos foros por los medios que sean. Es necesario desenmascarar a quienes ponen en riesgo nuestro futuro y el de nuestras familias mientras aseguran el suyo en base a pisotear nuestros derechos. Es ineludible señalar a quienes tratan de engañarnos con palabrerías a la par que destruyen nuestro modo de vida. Es preciso hacerlo ya, antes de que sea demasiado tarde.